Historia

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En los años setenta, el Dr. Martínez, pescador y cazador apasionado, navegaba con sus hijos frente a las costas de Nayarit en una pequeña embarcación de aluminio en la que salían troleando en busca de capturar algún Pez Vela o Dorado. Por azares del destino, en una de sus tantas expediciones, desembarcaron en Punta Monterrey, sin saber que su vida y la de su familia estaba por transformarse para siempre.

En esta pequeña bahía vivía una mujer de origen Norte Americano de edad madura. Su nombre era Daisy, quien amablemente recibió a los marineros ofreciéndoles agua. Le preguntaron si podían pasar el día en la playa. La respuesta fue sí, con la condición de respetar el lugar y no dejar basura.

Después de un maravilloso día de risas y convivencia familiar, justo antes del impresionante atardecer, los pescadores preguntaron a la señora Daisy que por qué vivía sola en la selva.

Ella contó que años atrás llegó con su esposo a este punto privilegiado del Pacífico, donde habían disfrutado de la naturaleza intrincada y virgen. Estudiando la orientación del sol  y  los vientos dominantes de la bahía construyeron la casa con una gran terraza, cocina y dos habitaciones, una para la pareja y la otra para sus invitados. Lamentablemente, su esposo acababa de fallecer.

Sorprendido por la historia, el Dr. Martínez exclamó: ––¡Sentimos mucho su reciente pérdida! Este lugar es un paraíso. ¿Está usted interesada en conservar su propiedad o está pensando en venderla?

Doña Daisy sonrió y les dijo: ––Miren, este es un proyecto en el que mi esposo y yo pusimos todo nuestro corazón y nuestro esfuerzo, pero yo no quiero vivir sola y estoy contemplando regresar a mi país. Así que si ustedes me dan lo que mi esposo y yo invertimos, es suyo.

Desde entonces, el Dr. Martínez con su esposa Herminia, sus hijos, sobrinos y amigos más cercanos, disfrutaron de este paraíso como su casa de descanso y convivencia familiar. Completamente rústico, alejado de la “civilización” en medio de la selva, sin energía eléctrica, agua dulce limitada y un camino de ingreso retador. Pero con un propósito lleno de amor y sabiduría: Cuidar y preservar este Santuario Natural, para honrarlo en armonía con la familia.

En el año 2018 nace el proyecto del hotel, buscando sostener la propiedad y generar oportunidades de trabajo para las comunidades vecinas. La evolución de esta empresa familiar ha sido orgánica, hasta convertirse en lo que es hoy en día: Una comunidad sostenible dentro de una reserva ecológica, ubicada en la selva más al norte de las Américas, en las costas del Pacífico, protegida por una familia de pescadores mexicanos.

El amor por la playa, el mar, los atardeceres… el respeto por la naturaleza y la unión familiar, se transmiten de generación en generación.

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